Una de las áreas donde la tecnología ha tenido el mayor impacto es en el desarrollo y la expansión de las energías renovables. La transición hacia fuentes de energía limpias y sostenibles, como la solar, la eólica y la hidroeléctrica, es esencial para reducir la dependencia de los combustibles fósiles, que son los principales responsables de las emisiones de gases de efecto invernadero.
La energía solar ha avanzado significativamente en términos de eficiencia y reducción de costos. Los paneles solares de nueva generación, más baratos y con mayor capacidad de captura de energía, están siendo instalados en hogares, empresas e incluso en grandes plantas solares. De manera similar, la energía eólica, tanto terrestre como marina, ha experimentado innovaciones en sus turbinas que aumentan la capacidad de generación de electricidad en diversas condiciones climáticas. Estas tecnologías están permitiendo que las energías renovables representen una parte creciente de la matriz energética global.
Además, las tecnologías emergentes, como la energía de fusión nuclear, están siendo investigadas con el objetivo de proporcionar una fuente de energía prácticamente ilimitada y sin emisiones de carbono. Aunque todavía en sus etapas experimentales, la fusión nuclear podría transformar la manera en que producimos electricidad en el futuro.
El avance en la captura y almacenamiento de carbono (CAC) es otra de las áreas tecnológicas clave en la lucha contra el cambio climático. Esta tecnología se centra en la captura del dióxido de carbono (CO₂) de la atmósfera o de fuentes de emisión industrial antes de que llegue a la atmósfera y lo almacena de manera segura, evitando su contribución al calentamiento global.
Existen tecnologías que permiten capturar el CO₂ de plantas de energía y otras instalaciones industriales y almacenarlo bajo tierra en formaciones geológicas. En paralelo, la investigación sobre soluciones basadas en la naturaleza, como la reforestación y el uso de suelos para capturar carbono, está siendo intensificada. Los avances en estas tecnologías podrían proporcionar una forma efectiva de compensar las emisiones de carbono pasadas y actuales.
El sector del transporte es uno de los principales emisores de gases de efecto invernadero a nivel mundial. Sin embargo, la tecnología ha abierto nuevas posibilidades para reducir las emisiones en este sector. Los vehículos eléctricos (VE) han emergido como una solución clave para reducir la huella de carbono del transporte, al reemplazar los motores de combustión interna que queman combustibles fósiles.
La mejora en la autonomía de las baterías, junto con la expansión de la infraestructura de carga, ha acelerado la adopción de vehículos eléctricos en todo el mundo. Además, la tecnología está impulsando el desarrollo de vehículos autónomos y sistemas de transporte público más eficientes, que podrían reducir aún más las emisiones asociadas al transporte.
El transporte ferroviario, tradicionalmente menos contaminante que los vehículos de carretera, también ha sido objeto de innovaciones tecnológicas, como trenes de alta velocidad y sistemas de propulsión más limpios. Las flotas de transporte comercial están comenzando a adoptar tecnologías más sostenibles, desde vehículos eléctricos hasta camiones impulsados por hidrógeno, lo que contribuye a la reducción de las emisiones en este sector.